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una gallina quiere volar

Mirar en la dirección equivocada

Mirar en la dirección equivocada Mañana no voy a escribir por la mañana. Tengo una entrevista de trabajo. Se trata de uno de esos larguísimos procesos de selección que duran unas 5 horas y que incluyen pruebas psicotécnicas, dinámicas de grupo y todas esas mandangas de las que he oído hablar mucho pero que no he sufrido nunca en carnes propias.
Y lo de siempre: ¿cómo voy a vestirme? y la gente me dice: con pantalón y americana. Muy bien, pero yo si fuera el seleccionador descartaría de entrada a una loca que se presenta con pantalón largo, americana y zapato cerrado con una temperatura ambiente de más de 30 grados. Claro que tampoco voy a ir en biquini...
Y ese no es más que el comienzo de un millar de dudas, problemas, angustias, por que REALMENTE necesito cambiar de empleo.
Y por eso quizás miro en la dirección equivocada. Miro a todos aquellos que tienen un trabajo mejor que el mío, que parecen más felices con su trayectoria profesional, que parece que la suerte les sonríe, y que ya han encontrado por fin las alas para poder volar. Y como más los miro, más lejos vuelan, y más inalcanzables son para mí.

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