Blanca y pura

Debe de ser por qué ya me siento lo bastante roja, granate, marrón y negra por dentro. Cuando tienes la regla todo se hincha y duele. Mis pechos, suaves melocotones, son ahora pesadas calabazas, tengo la barriga empachada y hermosas decoraciones cutáneas se revelan contra el adjetivo juvenil del acné. Debajo de los ojos, una profunda sombra me da un aire vampírico.
Por si eso fuera poco, la regla no fluye como un poético río de sangre brillante, si no que cae en oscuros borbotones descompuestos, que se secan y se pegan desprendiendo un intenso hedor de herrumbre y de bicho muerto.
Muy pocos saben, además, que la menstruación revuelve los intestinos, haciendo de la descomposición la mejor compañía de la sangre. Por eso, cada vez que vamos al baño aprovechamos para cagar, mear, cambiarnos el támpax, la compresa, lavarnos las manos (obviamente) e intentar pasar el dolor con estupefacientes, ya sean legales o no.
De todas formas, estar de mala leche cuando se sufre este pequeño calvario es una estupidez. Al fin y al cabo, al mes siguiente nos toca lo mismo. Lo mejor es aprovechar las múltiples ventajas. Una de ellas es la alta permisividad de nuestras parejas, te pasas 4 días como si estuvieses preñada, con una carita de cómo sufro se les caen los calzoncillos. A diferencia de llevar un niño dentro, con la regla puedes tomar todo tipo de sustancias con la excusa del efecto analgésico.
Otra ventaja que no se puede dejar pasar es la gran sensibilidad que nos arrolla para hacer el amor muy suavemente (o más salvajemente) con los bajos hinchados y extralubricados. Eso sí es una gozada.
Y cuando tenemos la regla somos nosotras mismas más que nunca, se nos caen las corazas, lloramos como magdalenas, comemos bombones y pastel de queso y ¡qué coño! ¡Me gusta!
2 comentarios
noemi -
Hacer el amor menstruante es el mayor placer de la existencia, nunca tiene mayor brío el goce.
Este, para mí, es tu mejor escrito desde que te leo.
Un abrazote :)
Colibrí Lillith -
Por cierto, no hay foto de gallina hoy? :(